Los orígenes del Ajedrez son apasionantes ya que están rodeados de magia y misterio, de pasión, de lucha, de noches llenas de leyendas, de preciosas figuras de oro o marfil, de transformaciones misteriosas en las que los elefantes se convierten en caballos y sobre todo de entender un juego en el que la estrategia te da el poder y la victoria y que el más leve de los descuidos hacen temblar tu pequeño reino en el tablero.
El juego de la Chaturanga pronto se hizo famoso en la India, el boca a boca legendario de aquella partida que evitó una guerra entre hermanos puede ser la causa de que el juego se convirtiera en algo viral y que todos pusieran mucho interés en aprender las reglas básicas de como se ataca a un rey y de como hay que defenderlo a toda costa, el juego se desarrollaba en un tablero pero en la imaginación había una batalla para ganarla.
Tal y como les contaba en el artículo anterior los mercaderes eran los que de pueblo en pueblo iban transmitiendo este juego de tronos y animando a que todos comprasen las piezas que componen la chaturanga, buen negocio que se basaba en que todo jefe de hasta el más pequeño de los pueblos indios deseaba tener tan fabulosa colección de piezas y saber jugar a lo que más adelante sería el ajedrez que hoy conocemos.
Mientras esto ocurría en la India, en China nacía la Ruta de la Seda, un negocio que dará mucho que hablar en nuestra historia y que gracias al alemán Ferdinand von Richthofen desde el año 1877 sabemos cada vez más y más de tan impresionante movimiento mercantil y las consecuencias que produjo semejante creación de rutas nuevas que no solamente descubrían la seda para el buen vestir de las bellas damas, además traían y dejaban cultura de otras provincias, de otros lares, de otros mundos.
Y la seda llegó a la India, allá por los seiscientos años antes de haber nacido Cristo, la ruta Asiática del comercio se expandió a gran velocidad por la India y allí dejaron los mercaderes mucha seda, pero queridos lectores además de comprar especias y tintes en el intercambio comercial se llevaron la chaturanga como ese juego de Reyes que podía jugar cualquier hombre, rico o pobre.
Se cuenta que en las largas noches después de finalizar las ventas en los mercados de aquellos poblados indios los comerciantes disfrutaban de una tertulia a la luz y el calor de la hoguera, regada con buenas viandas y rociada por el clamor de bocas abiertas que conocían por primera vez el famoso juego que evitó una guerra fratricida.
Todos aprendían a jugar y vieron que sería también un próspero negocio comprar aquellas bellas piezas que fabricadas con la más humilde de las maderas hasta el más elaborado marfil o el más pesado oro serían adquiridas reportando excelentes beneficios.
Así y sin querer el juego más jugado en la India se hizo también viral en Asia y es que el intercambio cultural siempre ha sido la rueda que movió el avance del hombre durante toda su historia y la Ruta de la Seda así nos lo confirma.
Cuentan amigos lectores que el propio Genghis Kan se apasionó con este Juego de Tronos y que hasta el mismísimo Marco Polo disfrutaba jugando allá por el año 1275 a este juego que descubría como el arte de la guerra se planificaba mejor en un tablero con escaques.
Pero tratamos de descubrir el auténtico origen del ajedrez y esto es tarea complicada que aún se estudia con pasión, así que tendremos que comprender que no sólo la Ruta de la Seda fue la nave que usó la chaturanga para extenderse, Persia, en esta nuestra historia pasa ahora a ser protagonista de nuestra pequeña aventura en los orígenes del Ajedrez.
El Chatrang es un juego nuevo que surge en Persia y del que hablaremos en un siguiente artículo, hoy destacaremos que posiblemente tuviera las mismas reglas de juego que la chaturanga y que ciertamente sería allá por el siglo VI antes de Cristo cuando comience a expandirse por toda Persia, quizá precedido de la fama que adquirió en la India y que fuera simplemente la chaturanga con algunas mínimas variantes lo que jugaban aquellos persas y que decidieron llamarlo El Chatrang. Lo que es bien cierto es que el mundo Islámico comenzaría a sentir muy pronto una pasión desmedida por esa lucha de reyes que en un tablero lo decidían todo.
Y hoy me voy a despedir con buena música, moderna de esa que gusta a nuestra juventud que es bailada al ritmo del buen ajedrez, como no podría ser de otra manera.
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